Las salidas del Reclutorio para menores Castro Tangüis eran por demás divertidas, así hayan sido para subir al cerro que lo escolta aunque sean por cinco minutos. Lo que sucede es que sólo el hecho de pasar ese portón era motivo para sentirse libre, más libre me refiero.
Aquel día nuestro paradero sería la famosa Universidad Nacional Agraria de la Molina. Algunos cuantos iban entusiasmados para poder conocer más sobre las facultades que dictaban, otros para ver su infraestructura y otros para disolver dudas con respecto a sus vocaciones; pero yo iba a ver si había alguna universitaria que me distrajera de tan aburrida travesía. Me equivoqué completamente. No encontré ninguna chica linda. Pero tampoco la travesía fue aburrida.
Fueron horas de viaje e ibamos repartidos en los 2 omnibuses contratados por el Plantel. Yo me senté junto a un camarada a quien llamaremos “Orejas de Cachanga” (¿no sé porqué tengo la impresión de que con esta chapa lo identificarán tan fácil como si fuese su nombre real?). Frente a nosotros estaban nuestras compañeras “la pequeña” y la popular “Azuuuka”. Nadie en el colégio se escapaba de los sobrenombres, ni si quiera las féminas.
Como para no perder la costumbre comenzamos a fastidiarlas.Ellas al comienzo no se daban por aludidas pero ante la insistencia de Cachanga al gritar Azuuuuka al estilo Celia Cruz por casi media hora, ella volteó y casi le come las orejas con la mirada. Asunto cerrado. Por el momento, al menos. Después se nos ocurriría algún otro juego. Fue entonces que decidimos hacer una especie de desafío mientras llegabamos a la Molina. Las reglas eran simples: cada uno tendría un turno después del otro para intentar desamarrarle el cinto que sujetaba el cabello de Azukita y en seguida amarrarlo al pasamanos que tienen los asientos de los buses en el respaldar. Empezaba uno, lo seguía el otro como una ruleta rusa que acabaría cuando Azukita se diera cuenta que estaba dentro del juego sin ser previamente consultada. Era como desconectar una bomba, con tanto bache en las pistas era difícil poder ser sutil y ágil a la vez. Sabíamos que deberiamos ser rápidos para que no se pudiera dar cuenta. Recuerdo haberla visto voletar un par de veces como sospechando de nuestro silencio, pero nos hicimos a los locos y no pasó nada, no se dio cuenta de nada. Terminamos el juego. Ahora el cabello de Azuka estaba firmemente amarrado al pasamanos con su misma cinta azul. Contentos por la obra finalizada volteamos la página y comenzamos a fastidiar a otros compañeros.
Olvidamos la travesura. Pero sólo hasta llegar a nuestro destino. Fue en ese momento cuando vimos como la cabeza de Azuka se convertía en un yo-yo humano. Ella intentó pararse de su asiento para bajar corriendo... pero solamente llegó hasta donde el largo de la cinta la dejó escapar. “Todo lo que sube tiende a bajar” lo aprendi en las clases de ciencias del Profe William (alias Willyyyy)... lo que le faltó enseñarnos fue lo que presenciamos en ese momento: todo lo que está sujeto a algo tiende a dar un rebote de látigo elástico en el aire para volver a su lugar de origen...con ésto me refiero a la cabeza de Azukita.
Hasta el presente nunca supimos quien la desamarró... o que fue lo que dijo ella, para ese entonces ya estabamos muy lejos de la escena del crimen.